lunes, 11 de agosto de 2014

Desorden Iracundo

Arriba la noche,
y mis párpados,
cansados,
tiemblan.

Tenue luz la que
por la mirilla del alma
brilla,
antes de que el letargo
se vuelva
penumbra
y niebla.

Lo onírico me inunda,
las pesadillas se apoderan de mí.
Todo se vuelve oscuridad,
una maldita oscuridad.

Y de pronto un nombre,
tu nombre.
Entre el infausto perro que yace,
las flores muertas y el dolor del sueño,
nace tu nombre.

El orden de tu nombre.
Articulo mis palabras
para el orden de tu nombre.
Cada sílaba se entrelaza,
y en esa armonía
está
tu nombre,
en su orden.

Y despertar es una trampa,
¿No se pone el alba
para aquél que nace muerto
entre relojes que someten
y maletines de escritorio?
No me disuelvan, por favor,
no me disuelvas;
no sin vos.
No sin vos entre mis sábanas.
No sin vos en mis mañanas.

Las yemas de mis dedos
cual filosas cuchillas,
se incrustan en mis sienes.
Círculos de dolor, de insomnio,
de pena y sufrimiento
son los que éstos,
mis dedos,
tan dispersos,
hacen.

Profundo el silencio
de un despertar
injusto.
Aprieto los párpados
sabiendo que afuera
la lumia luz golpea con violencia.
Pero oigo tu olor,
veo tu voz;
beso tu risa,
penetro tus manos.
¡Crepúsculo, vuelve!
Y sueña conmigo…

Mi ser está inestable,
enajenado.
Desesperado,
me veo combatiendo
las desdichas de mi realidad.
Inclinado hacia un rincón
una lágrima cae,
y su peso golpea contra el piso:
se expande,
explota, se dispersa
y así,
tan rápido, desaparece


El espejo es cruel conmigo,
guarda una mala imagen de mí.
Y son las, casi, diez de la mañana.
Tan vivo en el dolor
y envuelto en mis horarios
matutinos,
mis apariencias
y mis ganas de dormir,
un jazmín muerto
trae un débil perfume,
y en él,
tu nombre.



(cadáver exquisito: Paula y Daky)

No hay comentarios:

Publicar un comentario